ALREDEDORES, Antonio Moreno
Antonio Moreno alcanza con este
su tercer libro un ejemplo de alta literatura y profunda reflexión sobre el
sentido de la vida. No sé si decir que el núcleo de la obra de este poeta está
cumplido, habida cuenta de su prolífica producción dispersa en poemas, libros
de viajes y ensayos. Consta Alrededores
(Pre-textos, 1995) de veinticinco poemas en prosa que captan la hermosura de
los paisajes del campo (Barxell, La Sarga, Maitino, Alzabares), la luminosidad
de mar (“En la escollera”) y algunos recodos apacibles de la ciudad. El hombre
y el poeta, que vienen a ser el mismo en “estas ficciones que acaso tengan un
punto de realidad”, se enfrentan a la naturaleza, sienten el paisaje, lo viven,
pero no se funden en él siguiendo los dictados del panteísmo, sino que intentan
captar el instante intenso para trasladar al papel lo que su retina vio y
retuvo la memoria. Pareciera que el poeta sabe de la imposibilidad de no “añadir
interpretaciones a la mirada”. Y es esta manera de mirar el mundo, de
seleccionar los elementos del paisaje, de caminar al fin por sendas y pueblos
de recóndita belleza, uno de los aciertos de este libro.
Quisiera insistir en que el poeta se nutre del venero de los temas
clásicos tratados siempre con un modo sencillo de decir. Así, se reflexiona
sobre la devastación que provoca el paso del tiempo, y sobre la consiguiente
exaltación del presente: “El presente es desnudez total, soledad frente al
tiempo que pasa”. Alude el poeta a la incertidumbre sobre el futuro y a la
imposible felicidad, siempre algo esquiva: “No existe un punto de madurez
definitiva que, tras haberse alcanzado, presida serenamente la existencia”. Al
mismo tiempo, el poeta contempla la belleza del mundo y transmite en sus versos
cierto tono de serenidad, nostalgia y contenida emoción. Son muchas las
reflexiones sobre el sentido de la literatura, sobre las falsas estéticas y
poetas grandilocuentes (“burdos poetas a quienes les gusta llevar su pluma, con
pensamientos y emociones retóricas, a palabras y conceptos revenidos que fueron
vida en otros”), así como sobre el ejercicio propio de la escritura: “Porque
escribir no es más que aislarse, henchir la soledad con su propia sustancia”.
El otro gran acierto de este libro es su transparencia. Si pudiéramos
aventar el libro como si de un fardo de trigo se tratara, el viento nada se
llevaría, pues tal es el rigor expresivo de este poemario. Junto a un tono
conciso, el léxico se agranda para nombrar la belleza rural, o cuando se detiene
en la descripción de la luz: “Una luz como la de Vermeer entraba desde el patio
silencioso al cuarto”.
Asimismo, hace gala el poeta de variadas perspectivas narrativas. Si
en ocasiones se camufla el autor (“el viajero”, “el caminante”, “el extranjero”),
en otras utiliza un “yo” meditativo y una puntual segunda persona que apela al
lector. Este juego de perspectivas, se enriquece con traslaciones temporales (a
veces, contemplando el presente, un nimio detalle le hace rememorar el pasado,
como sucede en “Perspectivas”) y también con la autocita de un texto (“Soledad
de la ignorancia”) que siendo joven escribió y que hoy, ya hombre, comenta con
cierta ironía y comprensión.
Pasado un tiempo, releo este libro y me reafirmo en la idea de que
estos poemas en prosa de Antonio Moreno me parecen extraordinarios ejemplos de
cómo el poeta proyecta sobre el paisaje alicantino una sentida concepción elegíaca del mundo, con una
transparencia expresiva digna de elogio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario