jueves, 13 de julio de 2017






TU SANGRE EN MIS VENAS. Poemas al Padre,
Edición de Enrique García-Máiquez






BOLERO A LOS PADRES,

Vicente Amigo
 



 
Como bien indica el título de esta antología, se ofrece un conjunto de poemas cuyo tema central es el padre visto por poetas de principio del siglo XX hasta nuestros días. La libertad de enfoque y métrica enriquece un libro que a priori pudiera ser reiterativo. Desde que Telémaco se convirtiera en un ejemplo tras esperar a su padre  Ulises, y desde que Eneas se erigiera en el símbolo de un sincero amor filial hacia Anquises, la historia de la literatura ha ido recogiendo magníficos poemas que de una u otra manera tienen al padre como eje central. No hay que olvidar que las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, son sin duda el mejor ejemplo de este tipo de poesía laudatoria en castellano.
      Hay poemas de Gloria Fuertes que muestran el estilo coloquial y desenfadado de una autora ahora revisada en su aniversario: “Yo tengo una bronquitis que me acerca a tu lado, / hasta pronto te digo, adiós abuelo Pedro”. El tomellosero Eladio Cabañero recuerda las nobles palabras de su padre ante la inevitable despedida: “’Hay que ser generosos, / los demás están solos, necesitan / que alguien se ocupe de ellos / porque el amor más mínimo les falta; / amamos poco al hombre’, tú me dices”. Hay hermosos poemas como “Jardín”, de Carlos Sahagún;  “Cerca del cielo”, de Javier Salvago; “Care pater”, de Mario Míguez; “El soñador”, de Vicente Gallego; “10 de octubre de 2007”, de Antonio Moreno; o la extensa elegía (dechado de ritmo y perfección) del poeta Rafael Adolfo Téllez. Otros son poemas en prosa que nos sorprenden con un final inesperado, como el de José Luis Parra: “Singular criatura: no crece, sino mengua; es más hueso que fruto, más ceniza que fuego. Hoy, mi padre es ya mi hijo, bebé nonagenario al que crío y amamanto sólo para la muerte”. Encontramos versos desenfadados que requieren un subrayado, como algunos de Miguel D’Ors: “…inteligencia tiene / sólo la que hace falta para saber que la / inteligencia no es al cualidad más alta”. Copio para finalizar los últimos versos del poema “Escribir es sembrar”, de Pedro Sevilla:

Por eso ahora lo imito y sigo su alto ejemplo:
Ahora soy el padre
esparzo mis palabras
en el raro silencio de un cuaderno,
les pongo el corazón y espero que germinen,
con la misma paciencia que él gastaba
y también con su angustia,
que la escritura alcance madurez cereal
y que un día alguien pueda,
como un trozo de pan y de memoria,
hacer de este poema su alimento.

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