TU SANGRE EN MIS VENAS. Poemas al Padre,
Edición de Enrique García-Máiquez
BOLERO A LOS PADRES,
Vicente Amigo
Como bien indica
el título de esta antología, se ofrece un conjunto de poemas cuyo tema central
es el padre visto por poetas de principio del siglo XX hasta nuestros días. La
libertad de enfoque y métrica enriquece un libro que a priori pudiera ser
reiterativo. Desde que Telémaco se convirtiera en un ejemplo tras esperar a su
padre Ulises, y desde que Eneas se
erigiera en el símbolo de un sincero amor filial hacia Anquises, la historia de
la literatura ha ido recogiendo magníficos poemas que de una u otra manera tienen
al padre como eje central. No hay que olvidar que las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, son sin duda el
mejor ejemplo de este tipo de poesía laudatoria en castellano.
Hay poemas de Gloria Fuertes que muestran el
estilo coloquial y desenfadado de una autora ahora revisada en su aniversario:
“Yo tengo una bronquitis que me acerca a tu lado, / hasta pronto te digo, adiós
abuelo Pedro”. El tomellosero Eladio Cabañero recuerda las nobles palabras de
su padre ante la inevitable despedida: “’Hay que ser generosos, / los demás
están solos, necesitan / que alguien se ocupe de ellos / porque el amor más
mínimo les falta; / amamos poco al hombre’, tú me dices”. Hay hermosos poemas
como “Jardín”, de Carlos Sahagún; “Cerca
del cielo”, de Javier Salvago; “Care pater”, de Mario Míguez; “El soñador”, de
Vicente Gallego; “10 de octubre de 2007”, de Antonio Moreno; o la extensa
elegía (dechado de ritmo y perfección) del poeta Rafael Adolfo Téllez. Otros
son poemas en prosa que nos sorprenden con un final inesperado, como el de José
Luis Parra: “Singular criatura: no crece, sino mengua; es más hueso que fruto,
más ceniza que fuego. Hoy, mi padre es ya mi hijo, bebé nonagenario al que crío
y amamanto sólo para la muerte”. Encontramos versos desenfadados que requieren
un subrayado, como algunos de Miguel D’Ors: “…inteligencia tiene / sólo la que
hace falta para saber que la / inteligencia no es al cualidad más alta”. Copio
para finalizar los últimos versos del poema “Escribir es sembrar”, de Pedro
Sevilla:
Por eso ahora lo
imito y sigo su alto ejemplo:
Ahora soy el padre
esparzo mis
palabras
en el raro
silencio de un cuaderno,
les pongo el
corazón y espero que germinen,
con la misma
paciencia que él gastaba
y también con su
angustia,
que la escritura
alcance madurez cereal
y que un día
alguien pueda,
como un trozo de
pan y de memoria,
hacer de este
poema su alimento.
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