SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS,
Miguel Delibes
Miguel Delibes
No sé por qué cogí este libro
al azar de mi estantería. Aunque lo leí hace mucho tiempo, todavía guardo en mi
recuerdo una bruma de encanto y tristeza, una sensación que he vuelto a sentir
al leerlo. Esta novela intimista relata los últimos días de la esposa de Miguel
Delibes. El autor vallisoletano escribe una larga carta que constituye al cabo
una brevísima y emotiva novela, cuyo tema sigue estando vigente. ¿Quién no ha
sentido el dolor de una pérdida prematura? Miguel Delibes escribe un homenaje a
su esposa, una mujer –nos dice– cuya sola presencia aligeraba la pesadumbre de
vivir (p. 9), una mujer de concordia que sabía compartir con los demás; una
mujer que comulgaba con un sencillo sentimiento religioso alejado de todo boato
y ostentación (“era la suya una fe simple, ceñida a lo humano”, p. 12); una
mujer que disfrutaba con la decoración y la autenticidad de las cosas; una
mujer alegre de quien aprendió mucho.
La novela es, como casi todas las de Delibes, una novela corta que
se lee en un soplo. Pero esta obra es mucho más que una carta que Miguel
Delibes le escribe a su hija, que se encuentra en la cárcel por desavenencias
políticas los años previos a la muerte de Franco. Esta carta emocionada es un
ajuste del autor con la vida (“habíamos soñado con envejecer juntos”, p. 111),
donde brilla como siempre el estilo preciso, elegante y rítmico del mejor
Delibes. No rezuma aquí el sabor añejo de esa lengua castellana rural que
aparece en tantas de sus novelas. En esta sobresale, como siempre, la
dimensión moral de un hombre bueno que fue coherente consigo mismo: sin hacer
gala de su ideología, ni de sus creencias religiosas, ni de sus convicciones
ecologistas (Un mundo que agoniza),
esta novela constituye, en esencia, una elegía serena dedicada a su mujer.
Cuando pienso en la obra de Miguel Delibes
recuerdo sus obras leídas, incluso los lugares (sobre todo León) donde las leí,
la precisión de su prosa, y permanecen aún sus personajes emblemáticos, sus
hermosas y creíbles criaturas en las que el propio autor se vació. Estos
personajes viven en los lectores y en el propio autor, tal y como expresó en el
discurso de recepción del Premio Cervantes en 1993: “Yo no he sido tanto yo como los personajes que representé en
este carnaval literario. Ellos son, pues, en buena parte mi biografía”. Hay que
volver a Delibes, los jóvenes debieran leer, entre otras, El camino, Mi idolatrado hijo Sisí, La
hoja roja, El hereje… En fin,
Miguel Delibes es una parte esencial de nuestras señas de identidad.
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