miércoles, 18 de marzo de 2015




SEGUNDA OPINIÓN,
Josefa Parra




Dice Beatriz Vanegas Athías en el prólogo que la autora de este libro breve e intenso “es una poeta que nos provee de palabras para vivir, esto es: palabras para sonreír, para apaciguar o enardecer la tristeza; para soportar la soledad; para asumir las paradojas de la carne  y del amor”. Leído y releído el manojo de poemas que nos ofrece la autora, prevalece un agridulce sentimiento, una claroscura visión donde brillan por igual el deseo y su derrota, la búsqueda y la constatación de la pérdida. Porque en este libro hay una sutil lucha de contrarios, como si el poema surgiera siempre de una tensión interna, de una lucha de raíces que se libra en el interior de la autora hasta comunicar su verdad. Y es en esta dualidad (los paisajes exteriores de África, Ammán y su Jerez vivido, junto con el íntimo desconcierto de vivir) donde encontramos los poemas más verdaderos y emotivos.

renacimiento

Vuelve Naturaleza a verdear los yermos;
se pintan de amarillo esplendor de margaritas
los collados que ayer desnudos se mostraban.
Sobre todos los campos la vida alza sus signos,
y en las charcas humildes que ha dejado la helada
una nieve de flores desafía al invierno.

Así mi corazón se despereza y viste
las galas abrileñas de Amor, dando alimento
a jóvenes renuevos de palabras fecundas
que puedan devolverle su antigua primavera.

Leo y releo los poemas y recuerdo la voz perfecta de Josefa Parra mientras declama con perfección, como si acariciara estos versos medidos con sabiduría de orfebre hasta conseguir perfectos alejandrinos, endecasílabos y heptasílabos. Leo y releo y sé que antes de que el recitado acabe y el poema sea silencio, la autora nos regalará un final sorprendente: “Pero no quiero aún morir. Que yo tampoco / he visto del Amor el rostro indescifrable”. 
O este otro:
Tu bello corazón,
que no precisa un cuerpo a que aferrarse,
navegando la tierra por raíces tan suaves,
se volverá semilla y, una noche,
florecerá de amor como una enredadera.

Acabo Segunda opinión y pienso que, a pesar de las carencias, es grato compartir el consuelo de seguir viviendo, de seguir leyendo versos. Alta poesía, una suma acertada de emoción y técnica, que se concreta en el siguiente poema:

cosas que no tendremos

Cosas que no tendremos:
Las mañanas de abril largas de amor y sueño.
Las tardes de noviembre con lluvia interminable.
Las noches del verano tercamente estrelladas.
Todas las madrugadas dulcísimas de otoño.

Cosas que me he perdido:
No sabré del sabor de tu boca dormida.
No acunaré a tus hijos. No beberé tu vino.
No lloraré contigo viendo ningún ocaso.
No me amanecerá tu vientre entre las sábanas.

Tengo todo un tesoro de lagunas y ausencias,

un muestrario completo de páginas en blanco.

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